martes, 23 de diciembre de 2008

nuestro discreto pitiyankismo colectivo

Viendo que está de moda tildar a alguien de pitiyanki cuando se pretende desacreditarlo-humillarlo-reducirlo a escoria. Etc. Me he dado cuenta de que nosotros, como nación, o si queremos plantearlo jungísticamente, en nuestro inconsciente colectivo, somos un país evidentemente pitiyanki, de hecho, creo que con la posible excepción de Puerto Rico, somos el segundo país más pitiyanki del mundo, las razones son tan evidentes que ninguna cantidad de retórica antiamericana es capaz de tapar el sol, o, erm, nuestra devoción a Tío Sam con un dedo.
Para demostrar que ésto no es una mera elucubración sin fundamento, procederé a explayar mis razones en las cuales me baso para decir que todos somos una cuerda de pitiyankis de pura cepa:
  1. Los nombres, en serio, los nombres, aunque si existen algunos Stalines, Lenines y Trotskys en la guía telefónica, un somero paneo a ésta nos basta para darnos cuenta que abundan los nombres inspirados (¿o degenerados?) de nombres flagrantemente yankis, ¿es qué acaso no abundan en nuestro país los maikels, joldans, michels, jennifers, usnavys, yonis, mileidis et al? La fuente evidentemente imperialista de una pletora de los nombres de nuestros compatriotas es, por sí sola, muestra evidente de nuestro incorregible pitiyankismo.
  2. EL beisbol, ¿es qué acaso se olvidan los vociferantes autotildados "antiimperialistas" de que el deporte favorito del venezolano es, junto con el pie de manzana, la invención más gringa de todas? tal vez sea por qué tuvimos la osadía de cambiar la manera en la que se escribe de baseball a beisbol que se nos olvida su procedencia y creemos que es más venezolano que una arepa. Por cierto, tampoco podemos dejar de lado el sueño-ambición colectiva que involucra llegar (o tener un familiar, especialmente un hijo) que llegue a las grandes ligas, que, igualmente, está basada en yankiland.
  3. Nuestros próceres, aunque de forma posthuma los quieran tildar de revolucionarios-marxistastasleninistas-fidelistas-socialistas-polpotistas o cualquier otra sarta de idioteces de esa índole, aunque sea duro para nuestro pequeño y endeble ego machista-nacionalista nuestros próceres, aquellos señores en trajes ridículos que nos enseñan desde el colegio a alabar como a deidades, eran, en su mayoría, una cuerda de pitiyankis, todos seguían doctrinas elaboradas en los E.E.U.U y hasta panchito Miranda ayudo a Jorgito Wasinton a echarse al pico a unos cuantos ingleses. Si quieren más prueba de que nuestros próceres eran todos una lacayos mentales de la ideología liberal y federalista de nuestros titireteros del norte, sólo miren una fecha: 5 de Julio, cualqueir similitud con la fecha en la que los yankis decidieron declarar su independencia es, todo menos intencional.

Como datos también relevantes incluimos también elementos como la fanaticada empedernida de los locales imperialistas de hamburguesas, la devoción religiosa a marcas yankis (¿los pisos nike?) y muchos otros pequeños detalles que reafirman nuestra tendencia irreversible al pitiyankismo.

martes, 16 de diciembre de 2008

La importancia de lanzar zapatos

lanzar zápatos aparentemente se ha convertido en la nueva manera de expresar el descontento sentido con ciertos personajes-situaciones-decisiones. Ahora, aunque pueda la acción parecer, en esencia, semi-salvaje, puesto no está en duda que lanzar un zapato volando por el aire de una tranquila sala de conferencias con la expectativa (y la esperanza) de que éste se le estampe en el pecho a nuestro objetivo, es sin duda, una acción poco civilizada. Sin embargo, yo no comparto esa postura, y pienso, que lanzar zápatos como señal de disgusto o de repudio es una acción perfectamente civilizada y aceptable.

Primero, debo decir que el hecho de que el objeto lanzado sea un zapato es ya de por sí un avance. La tradición de lanzarle cosas a la gente en gesto de aversión es casi tan vieja como la raza humana, y la depuración del objeto lanzado hasta el punto de llegar a un zapato es memorable, basta revisar cúales eran los objetos lanzados en el pasado, y entre éstos encontramos: piedras, flechas, lanzas, balas de cañón, balas, misiles y, en ciertas circunstancias, hasta bombas atómicas. El objetivo de todos estos "proyectiles" es el mismo, hacerle saber, a determinada entidad, llámese país, persona, ciudad, Estado, raza, etc. que tienes un problema con ellos y se lo estás haciendo saber mediante el lanzamiento de un objeto. Ahora, históricamente dicho objeta ha tendido a ser hiriente, punzopenetrante, explosivo. En fin, tenían una serie de cualidades, posiblemente dañinas de las cuales el zapato, como proyectil, carece. En verdad, si nos ponemos a pensar, el peor daño que puede haber causado el zapato era un posible leve golpe que, físicamente, no hubiera trascendido.

Esta defensa del lanzamiento de zapatos marca una pauta en la evolución de los métodos proyectilísticos de ofender a un contrario, abandonando el típico lanzamiento de un objeto que está destinado a físicamente herir a el objetivo, por objetos que están destinados a simbólica y significativamente ofender a la víctima. Por ende, el cambio es en sí pacifista, dejamos de matarnos y empezamos a humillarnos, y si a ese proceso de humillación le sumamos un poco de humor, estamos ya en la presencia de un evento de por más magnífico. Por ende, abogamos por la idea de que ahora, cuando una persona tenga un problema con otra, y quiera públicamente manifestar su repudio a la misma, no incurra en el lanzamiento de objetos hirientes, como podría ser una cenizero pesado, una engrapadora y una silla, sino que se limiten a lanzar zapatos, acción cual, como ya hemos visto, aunque no logre tu objetivo, por lo menos te hace famoso.

P.D. sería un gran paso hacia adelante, en aquellas democracias donde los parlamentarios debaten en medio de un pequeño diluvio de sillas, que cambiaran éstas por zapatos.

viernes, 12 de diciembre de 2008

¿De qué habrán hablado?

en verdad, ¿de qué habrán hablado?

¿a quién me refiero?

pues a la marioneta más conspicua del mundo, y al ególatra que nisiquiera acepta la posible existencia de marionetas, al producto obsoleto de la guerra fría que absurdamente sigue teniendo demanda, se rehusa a salir de los anaqueles y, al insigne paracaidista que después de fracasar al intentar tomar el poder por la fuerza de las armas se dió cuenta que las armas que le darían fuerza serían las de alebrestar sentimientos latentes en el sentimiento colectivo.

¿De qué habrán hablado? ¿habrán discutido que técnicas son más efectivas para promover el autoritarismo rampante? o habrán discutido acerca de cual es la mejor manera de ir progresivamente erradicando a la respectiva oposición, sinceramente si este punto subió a la palestra estoy convencido que el equipo local ganó, siendo el método de las inhabilitaciones judiciales mucho más elegante y discreto que la técnica de envenenamiento empleada en latitued nórdicas, ciertamente el asesinato por medio de veneno tiene un toque más poético, hasta un dejo de romanticismo, pero por otro lado, es ineficiente, puesto se presta a crear mártires.

Por otro lado, creo que los interlocutores pueden haber encontrado un punto en el que tienen elementos comunes si hubieran discutido el afán irracional que tienen sus respectivos pueblos con el poder y los (o él) que lo dententa. Su affición desmesurada por "el caudillo", "el hombre fuerte" y "el mesías". Tal vez las oleadas de fanáticos de "hombres fuertes" están directamente relacionadas con la abundancia de "mentes débiles".

Otro punto interesante de conversación, aderezado con no sé que bebida, ¿vodka sibérico o ron caribeño?, sería su apasionante (y lamentablemente no idílica) relación con el objeto de su deseo, el poder, el poder que irresponsablemente se les ha concedido, el poder de influenciar las vidas de millones, el poder de desbaratar con un sólo gesto fugaz, esa lamentablemente inestable y endeble estructura que en nuestros países llamamos Estado.

El tema de cómo mantener niveles absurdos de apoyo popular seguramente también habrá surgido, ¿será el populismo paternalista y dadivoso una mejor opción a el miedo inminente que puede inspirar un régimen cuasi totalitario? ¿es el carisma personal y una estrategia propagandística efectiva la mejor manera de mantener a la opinión pública en el bolsillo? ¿cúantos spin doctors hacen falta para darle la vuelta a los a veces no tan evidentes fracasos gubernamentales? ¿una torre entera de parque central, o será suficiente el equivalente a la tripulación del acorazado Potemkin?

Puntos más, puntos menos, esta es mi simple elucubración respecto a los posibles temas de conversación en los que incurrieron la marioneta mayor con el marionetero mayor de américa, la pregunta ahora realmente es: ¿se habrán reunido los dos déspotas verdaderos? y de ser afirmativa la respuesta ¿Se habrán llamado uno al otro cosas como: Zar, Cacique o Libertador?

lunes, 1 de diciembre de 2008

mi gran temor (uno de los)

Ayer, en una excepcional conversación, salieron a flote algunos temas bastante álgidos, en resumidas cuentas: existencia de D(¿d?)ios, no-ser, la muerte, et al . Dejando de lado las consideraciones teológicas y ontológicas, debo decir que lo impresionante de nuestra pequeña discución acerca de la muerte, fue ver la diversidad con que la afrontamos, a algunos (entre los cuales me incluyo) simplemente nos da un terror horrible, otros lo toman mucho más estóicamente y simplemente les resbalase si ipso facto dejaran de existir.

Pero, mi intención no es hablar de la muerte, puesto eso me estresa bastante y me quita el sueño. Si no, hablar acerca de otro miedo, que, aunque también me angustia, me resulta más fácil de tratar.

Me refiero a mi miedo recurrente, sistemático y en aumento a la gran masa gris, a ser parte de esa gran masa gris, las legiones anónimas de lacayos corporativos (por más fight club que suene), de ser otro ser más, irrelevante, olvidable, intrascendente. Me aterra existir como un ser sustituible, que no dejó huella, me aterra ser considerado un otro más.

Me aterra ser otro empleado de camisa azul y pantalón khaki, ser un número de carnet de banda magnética (por más puertas que abra, literalmente) no quiero ser un simple registro de una nómina, no quiero ser un link en una página de internet que lleve a una foto y una síntesis curricular, me da pánico limitarme a ser una extensión de teléfono o una dirección de correo electrónico.

Me da miedo sacrificar grandeza por seguridad, riesgos por convencionalismos, locura por sensatez. Me da terror que mis delirios de grandeza fracasen estrepitosamente (si, yo se que suena increiblemente prepotente, pero esto es sinceridad en pleno, y a veces ser sincero es ser arrogante).

¿Será que preferiríamos si tuvieramos la oportunidad de elegir, cual Aquiles, un destino trágico pero recordado, sobre una existencia plena pero intrascendente?¿será que nuestra arrogancia nos reduce a ser meras prostitutas de la historia, dando hasta nuestra felicidad por el placer fútil de vivir en el recuerdo ajeno?¿será que no hay absurdo más grande que pensar en la influencia que vamos a tener en un mundo del cual ya no formamos parte?¿qué placer o satisfacción podemos devengar de figurar en páginas que no leeremos y de afectar mentes que jamas conoceremos?

Tal vez tenemos (tengo) que ser más humildes, dejarnos de pretensiones y limitarnos a casarnos, reproducirnos, educar bien a nuestros hijos y resignarnos a morir... no, no sirve, es la misma idea que me traumatiza.

Pero bueno, basta, al fin, es lunes en la mañana.