lunes, 28 de septiembre de 2009

¿Chovinismo Chino?

¿Chovinismo Chino?

Es común que en los restaurantes de comida china los mesoneros tiendan a ser bastante homogéneos. Con esto quiero decir que, en la inmensa mayoría de dichos establecimientos, los mesoneros (o básicamente cualquier persona que trabaje en el sitio) son chinos.

Acerca de esto hay una serie de hipótesis, mi abuelo, por ejemplo, esgrimía la postura de que eso era "porque los chinos nunca le dan trabajo a una persona que no sea china". Muchas personas hacen eco a este tipo de posturas, de hecho, creo que buena parte de la aversión existente hacia los asiáticos se debe a concepciones generalizadas como esa. Entonces ¿Tienen la razón las personas que piensan como mi abuelo? ¿Son los chinos irremediablemente xenófobos y chovinistas y sienten nada menos que desprecio por aquellos que no tenemos los característicos rasgos fenotípicos del oriental país?

Yo creo que no. Difiero, por el hecho de que simplemente me parece que hay explicaciones mucho más plausibles a la abundancia de mesoneros chinos que trabajen en restaurantes chinos. Explicaciones que se pueden basar en razones lógicas, trascendiendo así la explicación bastante básica de atribuir el curioso fenómeno a una especie de criptoracismo amarillo.

Se me ocurren 3 razones, bastante razonables para justificar la situación laboral de los sitios que venden lumpias:

En primar lugar, encontramos el argumento de la facilidad comunicacional. ¿Acaso los dueños de restaurantes chinos no tienden a ser...chinos? Dichos chinos tienden a ser emigrantes, por lo tanto, su idioma principal no es el español, sino, oh sorpresa, el chino. Entonces, tener mesoneros con los que puedan comunicarse en su idioma natal puede hacer que la comunicación (y por ende la eficiencia) del restaurante sean más elevados. Imaginemos que un mesonero incurre en un error garrafal, mucho más fácil es mentarle la madre en mandarín que trastabillar con las palabras para terminar llamándolo coñoemadle.

En segundo lugar, está el hecho de que, por lo menos en años anteriores, cuando la economía China no era tan boyante como es ahora (y la situación era inversa en Venezuela) nuestro país resultaba un destino atractivo para personas que buscaban escapar del yugo del pequeño libro rojo. Sin embargo, la Onidex -instituto público crónicamente ineficiente- probablemente le dificultó tanto a los pobres chinos los trámites migratorios que la mayoría terminaron siendo inmigrantes ilegales. ¿Qué opción de trabajo entonces para un inmigrante ilegal? Sencillo, todo apunta directo a servir chow mein en el restaurant del tío Deng. Era una situación ganar-ganar. El inmigrante lograba ganar algo con lo que subsistir y el dueño lograba tener mano de obra barata (por no verse sometida a todos los gravámenes de cualquier instituto público que pueda tener un acrónimo como nombre)

En tercer lugar, capaz una razón intrascendente pero posible, es el hecho de que todos los que trabajan en los mencionados establecimientos culinarios sean familia. Esto puede tener una explicación plausible, los inmigrantes chinos emprendedores (los dueños del restaurant) cuando llegaron al país, en parte por el antichinismo imperante en la República, en parte por no manejar bien el lenguaje, probablemente tuvieran una agenda social bastante ermitaña. Entonces, sin amistades con las que compartir o compañeros que frecuentar no les quedó otra sino tirar hasta el cansancio. Lo cual, después de varios embarazos y unos cuantos años arroja una buena cantidad de mesoneros chinos, todos trabajando en el negocio familiar.

Dejemos de lado la actitud prejuiciosa que nos lleva a condenar a priori la composición étnica de los trabajadores de un establecimiento digno. La razón por la cual los mesoneros de los restaurantes chinos son chinos probablemente no sea por mero chovinismo.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Diversificando

No hablo de que voy a comprar más bonos que acciones. Sólo que para seguir con la esquizofrenia tópica y gracias a la invitación que me hicieron a participar en the korova mil bar, decidí que ya era hora de apersonarme y comenzar a escribir un poquito de ficción (que tengo que admitir es algo que me ATERRA) Bueno, conseguí un día por casualidad un par de bolas seccionales y escribí 2 breves páginas.

Si les interesa véanlo acá

Cualquier comentario ofensivo o denigrante contra mi persona será bienvenido.

P.D. perdón por lo reiterado de las autocuñas

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Esta gente de ahora...

Esa pareciera ser la lapidaria frase con la que un pariente mayor tilda a las generaciones que gozan de algo que él/ella envidia (juventud)

Sin embargo creo que el uso de esta frase está ya gastado, es, si se quiere, un mero cliché. Un cliché que creo que venimos arrastrando desde hace demasiado tiempo. Imagino que cuando Caín mató a Abel lo primero que dijo Eva fue "hay señor, esta gente de ahora..."

Es por eso que propongo no permitamos que la vejez nos traiga, aparte de canas y barriga, la arrogancia de considerar que todo lo que siga nuestros pasos es inferior a nosotros. Creo que si debemos aprender algo de la historia es dejar de caer en esos lugares comunes.

No dudo que cuando se dejó de andar en caballo por la invención del carro algún padre pensó "hay, esta gente de ahora, en esos aparatos fríos e impersonales" seguro también pensó de similar manera el hippie de los 60 que al descubrir que su hijo adolescente en los 80 ingería cocaína interjectó "esta gente de ahora, ya ni el respeto por la sagrada hierba tienen". Ejemplo reciente, patrocinado por una tía abuela "hay, esta gente de ahora, como van a embarcar un camino de espiritualidad, con ese Facebook y esos BlueBerrys"

Mi mensaje a ustedes, gente ya mayor que crítica el comportamiento de sus vástagos: el mundo ha mejorado, por más que la actitud de "esta gente de ahora" indigne su sensibilidad, actualmente hay menos guerras que hace 100 años, mueren menos niños al poco tiempo de nacer, las epidemias matan menos gente y los Derechos Humanos son (aunque en esto todavía falta bastante) más o menos respetados.

Soy un firme creyente en el progreso de la humanidad y el mundo. Sé que muchos escépticos dirán que estoy diciendo una barrabasada. Qué el mundo de hoy en día es un asco, es la decadencia de la especie en pasta. Pues NO, busquen sus datos, el pasado de la raza humana es cruel y sanguinario, la única diferencia es que las páginas de los libros de historio alebrestan nuestra imaginación de menor manera que las cámaras de CNN.

martes, 8 de septiembre de 2009

Explicaciones sobrevenidas (acerca de No carajo y punto)

Hace un tiempo escribí un post titulado "¡qué no carajo y punto!" el cual pueden ver más abajo. En dicho post trato de explicar las razones de mi aversión a esos sitios nocturnos llamados discotecas. No obstante las razones expresadas ahí (las cuales mantengo íntegramente) existen otras razones subyacentes, las cuales en un intento de sinceridad y de decir lo que siento sin autocensurarme (cosas que, por razones que tal vez explique eventualmente, han estado ausentes de acá desde hace un tiempo).

Esto lo digo porque el otro día me vi obligado a asistir a uno de estos sitios (por compromiso, no por iniciativa) y me entró una de auto psicoanalizarme. Entonces, entre reminiscencias y fantasmas del pasado creo que llegué a una conclusión, la cual (en verdad no sé porque, puesto que es algo que me debería apenar) trataré de explicar a continuación.

La asistencia a los inefables locales nocturnos es una especie de monopolio grupal, puesto que mucha gente (o bueno eso pienso) encuentra placer en su concurrencia. No sé si es la sensación de estación de metro a las 6 de la tarde cuando hay retrasos en el sistema, o el hecho de que los tragos comprados a 7 veces su costo hacen que la rasca sea mejor. El punto es que a mucha gente le gusta ir a estos sitios, tienen, pudiéramos decir, una posición privilegiada entre otras opciones de entretenimiento (bares, cine, restaurantes o casas de gente). En mi adolescencia la predilección de mis amistades (cosa que no tiene nada de malo) era de esperarse: discotecas.

Hay que tomar en cuenta que, aunque me parezca pavosa y repugnante, la frase "entre gustos y colores no han escrito los autores" es bastante acertada. Por eso encontramos a gente que prefiere Burger King sobre Tropi Burger, Cocacola sobre Pepsi y beisbol sobre fútbol. Las cualidades personales, obviamente, no escapan este campo. Agreguemos a esto el hecho entre los productos y las personas siempre hay una competencia por escasos recursos o beneficios. En el caso de Burguer King y Tropi Burger es por personas que coman hamburguesas, en el del beisbol y el fútbol es por gente con interés en el deporte. En el caso de los adolescentes hormonales es por adolescentas (para usar la manera de expresarse del constituyente venezolano) igualmente hormonales.

En este proceso cada competidor busca a su vez obtener la mayor cantidad de elementos a su favor que le permitan ser exitoso en la contienda, son lo que ha sido llamado las ventajas comparativas. Por eso, las compañías de minifalda no se pelean por el cotizado mercado de mujeres islámicas y Tamanaco no vende su -en Venezuela omnipresente en casa con niños- kit de beisbol en Brasil, tampoco Evinrude tratará de vender barcos en Bolivia. Lamentablemente un adolescente con lentes, tendiente a la gallez, que además por alguna razón misteriosa carece de el más mínimo sentido de ritmo -ergo, carece absolutamente de la capacidad de bailar sin causar el mismo efecto que Elaine- no llegó a las mismas conclusiones que compañías exitosas (ahí la razón por la cual las compañías exitosas lo son en su rubro y él no lo fue en sus fines juveniles).

Voy a tomarme la libertad de asumir -creo que con bastante certeza- que la razón principal por la cual una persona va a una discoteca es para, seamos sinceros, agarrarse a alguien. No es muy difícil llegar a la conclusión, el alcohol abunda y la relativa oscuridad hacen atractivas a personas que jamás lo serían a plena luz del día. Sin embargo, para lograr tales fines son necesarios una serie de elementos, entre ellos, poder mover los pies de manera rítmica con algo de fluidez. Yo, lo digo abiertamente (creo que por el hecho de que ya dejó de importarme) carezco de esas habilidades, por ende, mi confianza bajaba y no tenía mucho éxito que se diga. (Tampoco me voy a martirizar diciendo que fue nulo, fue escaso, no nulo)

Por ende, mi razón original para despreciar las discotecas es el alto grado de frustración que me ocasionaba la asistencia a las mismas.

-lo digo abiertamente, si alguien encuentra en eso motivo de risa, que se ría, ya llegué al punto en que no me importa... los 17 los dejé atrás hace rato-

Lo que tengo que agradecer (y lo que creo que me permite escribir esto) es que me di cuenta de que no era un problema mío, era simplemente que estaba compitiendo en el mercado equivocado, al fin y al cabo, no podré bailar ni medio, me dará terror acercarme a mujeres desconocidas, pero (el siempre hay un pero en este caso me favorece) tengo cualidades a mi favor, hablo bastante y hasta hay personas que disfrutan mi sentido del humor. Por ende el sitio indicado para buscar con quien desatar mis pasiones juveniles no era en un sitio donde el retumbar de un bajo escupiendo reggaeton impidiera cualquier conato de conversación. En los otros sitios pues radicaban las posibilidades de éxito.

Así que, como Michael Jordan, quien se dió cuenta de que el era bueno en Basketbol y no en golf, dejó su marusa y volvió a sus gomas, Manuel Andrés Casas dejó las discotecas.