sábado, 1 de noviembre de 2008

Divagación tardecera

punta de pie izquierdo hacia arriba, punta de pie derecho hacia abajo, punta de pie izquierdo hacia abajo, punta de pie derecho hacia arriba. Y así iba el lento vals que bailaban sus pies con los pedales, en una eterna danza reiterada, en total sincronización, permitiendo que el carro se moviera tranquilamente hacia adelante. Es raro, pues no bailaban al compás de The Rolling Stones, que era lo que brotaba de las cornetas, creo que están demasiado en su mundo, demasiado concentrados en moverse los dos al mismo tiempo y en sentido inversamente proporcional, francamente no es tarea fácil...

Miraba distraidamente por la ventana, se dío cuenta de como lo fastidiaba la propagando política, francamente lo decepcionaba un poco, ¿acaso piensan que con sus sonrisas con dientes blanqueados y sus carteles coloridos están cambiando la esencia de lo que hacen?¿piensan qué sus slogans cuidadosamente pensados por algún publicista van a hacer que olvidemos su asquerosa y nauseabumba lucha por el poder?¿creen que somos imbéciles y que pasaremos por alto el hecho de que ningún político semi-decente (mierda, el mayor oxímoron posible) se atrevió a lanzarse a un municipio de verdad (Carlos Ocariz se salva)?... concluyó que son carteles coloridos que mercadean sueños opacos, pensando disimular con su guacamayismo lo lúgubre del producto que venden...

Se dirigía a su casa, el cd que ahora ocupaba el radio (termino mal empleado, pero me fastidia decir "equipo de sonido") del carro había estado largo tiempo recolectando polvo, era como Harvey Ketel antes de Reservoir Dogs, ya no era interesante, su momento de gloria había pasado. Por alguna extraña razón llegó otra vez al radio, y trajo recuerdos, lo puso, si se quiere, nostálgico.

Recordó la época en la que ese disco estaba atornillado al radio, era el eterno amenizante de las tardes de ocio y de los caminos que llevan a destinos anhelados. Era el símbolo de una época, de ese lapso de 3 meses en los que francamente las preocupaciones estaban escasas, de ese tiempo donde había un estado de ánimo de alegre melancolía, donde el futuro no parecía deparar nada particularmente interesante, pero el presente era suficiente para valorar cada día a plenitud. Cuando las tardes de ocio ocurrían en días diferentes a los sábados y los viajes a la playa eran premeditadamente espontáneos. Las empanadas de cazón, el ron y la buena conversa acuática eran infalibles sabatinos, un día tan efervescente le da a la noche una característica singular, dejas de sentir la presión de tener que hacer algo, de tener un plan. Ya el día ha sido lo suficientemente bueno, si viene algo más, perfecto, sino, qué importa.

Así las noches de los sábados son mejores, estás en un estado de relajación inigualable (discutible) hablas lento y te invade una claridad mental que hoy en día es escasa, de repente te das cuenta y no estás siendo sarcástico, no odias a nadie... te has convertido en una persona tolerante y amable, estás algo bronceado y francamente no tienes que tomar tanto para estar tontamente alegre.

Fue una tarde amena, disfrutando de los pequeños placeres de la vida, nada ostentoso, nada grande, nada monumental, francamente fue la puesta en la praxis del discreto encanto de lo cotidiano. Buena comida, aunque no muy elaborada, buena conversa aunque no muy atormentante, buena exposición aunque no muy extensa, bueno lluvia aunque no muy presenciada.

Y si, esta entrada no tiene ningún tipo de coherencia lógica (reitero, la teoría del carro de back to the future) son pensamientos salteados que sazonaron mi tarde y que ahora escribo.(que por cierto, me hacía falta)

2 comentarios:

Carito dijo...

Que bien que regresas por aquí! no importa si es divagando, si es con una profunda reflexión! lo bueno es estar!

Bibi dijo...

Solo por curiosidad, realmente te consideras una persona dificil de tolerar?
Jajajaja, a mi me caes bien :)