miércoles, 11 de junio de 2008

Los mútiples orificios que llevan a mi garganta se ven día tras día acosados con la mirada fulminante de los diversos cíclopes que amenzadoramente se descubren ante mi presencia. Se preparan para el acto reverencial mediante el cual se proponen a dar rienda suelta a su fin ulterior, celebración mediante la cual el nectar champañesco rebosa mi ser y soy acosado por su embriagante aroma, la orgía que representa sentirlo recorriendo el interior de mi ser, cosquilleando mis níveos costados, sentirlo luchando para profanar el radiante blanco de mi alma, lucha fútil, ya que lo resisto de manera estóica. Me llena, me satisface, ese encuentro cara a cara con decenas de cíclopes, que vez tras vez se deben retirar abatidos, esconderse en la obscuridad hasta que recuperen fuezas y puedan volver de nuevo al embate en el que claramente serán derrotadosde nuevo.

El momento más satisfactorio de cada batalla es verlos sacudirse determinadamente buscando esa última gota dentro de su sser, la gota que erróneamente piensan les permitirá rebasarme, pobres ilusos, a veces me gusta engañarlos, darles un respiro de esperanza, cuando piensasn que me van a sobrepasar con sus insolencias parabólicas los sorprendo, y con un simple movimiento la pureza cristalina (o a veces azulada) que recorre continuamente mi ser los arrasa y así ya no queda más nada de ellos, ese es el día a día de mis batallas, mis luchas y mis victorias. Soy un urinario y así es mi vida.

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